SIN FIN

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jueves, 18 de junio de 2015

" Cándido, o el optimismo " de François Marie Arouet " Voltaire " ( fragmentos )

      François Marie Arouet ( más conocido como Voltaire ) fue un hitoriador, abogado, filósofo y  escritor  de principios del siglo XVIII. 
      Voltaire alcanzó la celebridad gracias a sus escritos literarios y sobre todo filosóficos. Al contrario que otros representantes de la Ilustración, no veía  oposición entre una sociedad alienante y un individuo oprimido. 
      Creía que todos tenemos un  sentimiento universal e innato de la justicia, y nuestra vida solo necesita un «pacto social» para preservar el interés de cada uno. El instinto y la razón del individuo le han de llevar a respetar y promover tal pacto.  El propósito de la moral es enseñarnos los principios de esta convivencia fructífera.
       La labor del hombre es tomar su destino en sus manos y mejorar su condición mediante la ciencia y la técnica, y embellecer su vida gracias a las artes. Su filosofía práctica prescinde de Dios, aunque Voltaire no era ateo, sino " deista":  el universo perfecto implica la existencia de un «eterno geómetra, arquitecto u orden»
      No creía en la intervención divina en los asuntos humanos. Fue un ferviente opositor de la Iglesia católica, símbolo según él de la intolerancia y de la injusticia.
      Se empeñó en luchar contra los errores judiciales y en ayudar a sus víctimas.  Fue un incansable luchador contra los fanatismos, la tiranía y las supersticiones.  Defendió siempre la convivencia pacífica entre personas de distintas creencias y religiones.  
      En 1746  Voltaire fue elegido miembro de la Academia francesa en la que ocupó el asiento número 33.
      Maestro de la ironía, siempre se defendió con un finísimo sentido del humor. En 1759 apareció publicado el cuento filosófico " Cándido, o el optimismo ". Nuca admitió abiertamente ser el autor de dicha obra, firmada con el seudónimo  Monsieur le docteur Ralph  ( el señor doctor Ralph).
      Es uno de los mejores ejemplos de la literatura satírica.   Muestrario de los horrores del mundo del siglo XVIII y repleto de personajes golpeados inmisericordiosamente por el destino, acaba dibujando un cuadro humorístico y entrañable.
       Al final de esa novela pesimista que nos vuelve optimistas,  Voltaire nos da la fórmula para no sucumbir:      “Il faut cultiver notre jardin” (Hay que cultivar nuestro jardín). El mundo tal cual nunca cambiará, y que es imposible cambiarlo, pero si nos preocupamos de lo que nos rodea más íntimamente, podemos hacer por lo menos nuestra vida más próspera.
                                
          Cándido, o el optimismo  ( fragmentos )

                                                         

"(...) si bien aún poseo vuestro corazón; vuestra visita podrá curarme o me hará morir de placer..." 
Oh Pangloss! -exclamó Cándido-. Tú no habías sospechado semejante espanto; se ve que no tendré más remedio que renegar de tu optimismo. 
-¿Qué es el optimismo? -preguntaba Cacambo. 
-¡Qué dolor! -dijo Cándido-. "Es obstinarse en defender con vehemencia que todo está bien cuando está mal." 

- ¡Ay! -contestó el otro-, ha sido el amor: el amor, consuelo del género humano, el que mantiene el universo, el alma de todos los seres sensibles, el tierno amor. 
- ¡Lástima! -exclamó Cándido-, yo también he conocido ese amor, ese dueño de los corazones, esa alma gemela; y únicamente me proporcionó un beso y veinte patadas en el culo." 

"-De alguna manera los hombres han debido corromper algo la naturaleza, puesto que no han nacido lobos y se han convertido en lobos. Dios no les ha dado ni cañones del veinticuatro, ni bayonetas; y ellos han fabricado bayonetas y cañones para destruirse. Podría añadirse también la bancarrota, y la justicia, que se apodera de los bienes de los que quiebran sin dar nada a los acreedores. 
Todo eso era indispensable -contestaba el sabio tuerto-, las desgracias particulares contribuyen al bien general; de manera que a más desgracias particulares mejor va todo." 

"¿hay algo más estúpido que soportar un peso que en todo momento se quiere dejar en el suelo?, ¿odiar la existencia y al mismo tiempo aferrarse a ella?, y en fin, ¿acariciar la serpiente que nos devora hasta que nos haya comido el corazón?." 

"Cuando uno no tiene sitio en un lugar, lo halla en otro. Ver y hacer cosas nuevas produce un gran placer." 
-Señor, ¿pensáis vos que todo es perfecto en el mundo físico y en el moral y que no podría ser de otra manera? 
-Yo, señor -le contestó el sabio-, no pienso en absoluto de ese modo: para mí todo va mal entre los hombres; nadie sabe cuál es su posición ni su responsabilidad, ni lo que hace, ni lo que debe hacer, y salvo el tiempo dedicado a las comidas, que es bastante alegre y en el que parece existir bastante fraternidad, el resto del tiempo se emplea en estúpidas querellas: jansenistas contra molinistas, parlamentarios contra clérigos, escritores contra escritores, cortesanos contra cortesanos, financieros contra pueblo, mujeres contra maridos, parientes contra parientes; es una guerra sin fin. 
Cándido le replicó: 
-Peores cosas he visto yo, pero un hombre sabio, al que más tarde ahorcarían, me enseñó que todo va de maravilla; y que todo eso son como las sombras de un bello cuadro." 
"...y cuando no disputaban se aburrían tanto, que la vieja se
atrevió a decir un día:
-Me gustaría saber qué es peor: que unos piratas  te violen mil veces, que te corten las nalgas, que  te apaleen, que te azoten y ahorquen en un auto de fe, que te disequen, que vayas a galeras, en fin, que tengas que sufrir todas las miserias que hemos sufrido o que nos quedemos aquí sin hacer nada. 
-Es una buena pregunta -dijo Cándido." 
"-Lo que sé -dijo Cándido- es que debemos cultivar nuestra huerta. 
-Tenéis razón -dijo Pangloss-; porque el hombre fue puesto en el jardín del Edén, "ut operaretur eum", para que lo cultivara; y eso prueba que el hombre no ha nacido para vivir ocioso. 
-Trabajemos y no pensemos -dijo Martín-; así la vida será soportable." 
" ¿Sabe usted, por ejemplo, que en el momento en que yo os hablo hay cien mil locos de nuestra especie que llevan sombrero y que matan a otros cien mil animales que llevan turbante, o son asesinados por ellos, y que así ocurre en toda la tierra desde tiempo inmemorial? Estremecióse el Sirio y preguntó cuál podía ser el motivo de tan horribles querellas entre animales tan ruines. “El motivo es, dijo el filósofo, unos cuantos trozos de tierra tan grandes como vuestro talón. Y no se trata de que algunos de esos millones de hombres que se dejan la vida pretenda obtener para sí ni un pequeño terrón de ella. Lo que se ventila no es más que saber si esa tierra pertenecerá a un cierto hombre que se llama Sultán o a otro que, yo no sé por qué, se hace llamar César . Ni el uno ni el otro han visto ni verán jamás el pequeño rincón de tierra que está en litigio, y casi ninguno de esos animales que se matan mutuamente ha visto nunca al animal por el cual se matan”. 
- ¡Desgraciados! exclamó el Sirio con indignación, ¿puede concebirse tal exceso de rabia tan furiosa? Ganas me dan de dar tres pasos, y de aplastar con otros tantos puntapiés a toda esta ralea de asesinos ridículos. No vale la pena que os toméis tal molestia, que de sobra se están labrando ya ellos su propia ruina. Sabed que dentro de diez años no seguirá viviendo ni la centésima parte de estos miserables; sabed que incluso antes de sacar la espada, el hambre, la fatiga o la intemperancia habrán acabado con casi todos. Por otra parte, no es a ellos a los que hay que castigar: es a esos bárbaros sedentarios que apoltronados en sus despachos ordenan, mientras hacen la digestión, el exterminio de un millón de hombres y a continuación dan solemnemente gracias a Dios por ello.

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